lunes, 14 de marzo de 2016

Nos vamos.

Lo hicimos, tenemos los pasajes y casi todo coordinado. Mandamos nuestros trabajos a la punta del cerro y dejamos de lado futuros y oportunidades, la familia, los amigos y el hogar. Nos vamos.


A recorrer el mundo, a sobrevivir, cantando, limpiando, da igual. Nos vamos.

Por un momento me pregunto por qué decidí dejar la comodidad de caminar descalza por mi casa, el calor y ronroneo de mi gatita acostada en mi panza, mis cortinas blackout, mis plantas, las conversaciones nocturas en mi terraza de pallets hecha por nosotros mismos, mi cocina, oh Dios, mi cocina. 

Dejar todo eso y más por un futuro incierto, lleno de inseguridades e incomodidades. 

Siempre he tenido una marcada tendencia a las decisiones radicales, aleonadas por una madre osada, amigas dueñas de si mismas y un compañero infinitamente soñador. 

Y aqui estoy, a 11 fines de semana de dejarlo todo e irnos a recorrer el mundo.

Loco, no?

viernes, 3 de julio de 2015

Debería

Yo debería tener un blog en el que cuente todas las epifanías y aciertos que tengo cuando hablo con mis amigos sobre como funciona la vida. Puedo ser tan acertiva que me doy miedo a veces.

lunes, 12 de mayo de 2014

La incapacidad de hablar

No puedo hablar.

Bueno, si puedo hablar,  pero no de todo. En algún momento, sin saber por qué, y sin darme cuenta de lo que hacía, construí un muro y ahora es tan alto que no logro comunicarme con los que me rodean. Sería fácil decir que es porque le tengo miedo a la gente, pero no, no le temo a las personas, alguien estaría tentado a decir que me las quiero dar de impenetrable, pero no. Como dijo en "broma" alguien que me conoce muy bien, soy como el Kilimanjaro, fría y distante.

Pero no siempre fui así, alguna vez en mi vida fui muy sociable, no ocultaba nada, sencillamente no podía. Hubo una época en que no me daba miedo pedir el baño prestado en un restaurante si estaba en un apuro, e incluso, hubo un tiempo en que no me aterraba contestar el teléfono cuando sonaba. Que lejana me parecen ahora esos tiempos.

Solo hay un par que rompen todo mi esquema y me obligan a hablar, igual nunca llego a decir todo.

De un tiempo a esta parte comenzó a parecerme que todo lo que me ocurre es tan irrelevante que no vale la pena hablar de ello, no vale gastar mi tiempo y el de los demás hablando de las cosas que se me pasan por la mente.

No se el origen, ni se que es lo que alimenta mi hermetismo, pero se que no está bien, de una forma muy lenta y sutil, me daña y daña a los demas.

Y ya estoy pensando que es una pérdida de tiempo estar escribiendo sobre esto.

miércoles, 19 de octubre de 2011

Sal con una chica que no lee

Sal con una chica que no lee. Encuéntrala en medio de la fastidiosa mugre de un bar del medio oeste. Encuéntrala en medio del humo, del sudor de borracho y de las luces multicolores de una discoteca de lujo. Donde la encuentres, descúbrela sonriendo y asegúrate de que la sonrisa permanezca incluso cuando su interlocutor le haya quitado la mirada. Cautívala con trivialidades poco sentimentales; usa las típicas frases de conquista y ríe para tus adentros. Sácala a la calle cuando los bares y las discotecas hayan dado por concluida la velada; ignora el peso de la fatiga. Bésala bajo la lluvia y deja que la tenue luz de un farol de la calle los ilumine, así como has visto que ocurre en las películas. Haz un comentario sobre el poco significado que todo eso tiene. Llévatela a tu apartamento y despáchala luego de hacerle el amor. Tíratela.

Deja que la especie de contrato que sin darte cuenta has celebrado con ella se convierta poco a poco, incómodamente, en una relación. Descubre intereses y gustos comunes como el sushi o la música country, y construye un muro impenetrable alrededor de ellos. Haz del espacio común un espacio sagrado y regresa a él cada vez que el aire se torne pesado o las veladas parezcan demasiado largas. Háblale de cosas sin importancia y piensa poco. Deja que pasen los meses sin que te des cuenta. Proponle que se mude a vivir contigo y déjala que decore. Peléale por cosas insignificantes como que la maldita cortina de la ducha debe permanecer cerrada para que no se llene de ese maldito moho. Deja que pase un año sin que te des cuenta. Comienza a darte cuenta.

Concluye que probablemente deberían casarse porque de lo contrario habrías perdido mucho tiempo de tu vida. Invítala a cenar a un restaurante que se salga de tu presupuesto en el piso cuarenta y cinco de un edificio y asegúrate de que tenga una vista hermosa de la ciudad. Tímidamente pídele al mesero que le traiga la copa de champaña con el modesto anillo adentro. Apenas se dé cuenta, proponle matrimonio con todo el entusiasmo y la sinceridad de los que puedas hacer acopio. No te preocupes si sientes que tu corazón está a punto de atravesarte el pecho, y si no sientes nada, tampoco le des mucha importancia. Si hay aplausos, deja que terminen. Si llora, sonríe como si nunca hubieras estado tan feliz, y si no lo hace, igual sonríe.

Deja que pasen los años sin que te des cuenta. Construye una carrera en vez de conseguir un trabajo. Compra una casa y ten dos hermosos hijos. Trata de criarlos bien. Falla a menudo. Cae en una aburrida indiferencia y luego en una tristeza de la misma naturaleza. Sufre la típica crisis de los cincuenta. Envejece. Sorpréndete por tu falta de logros. En ocasiones siéntete satisfecho pero vacío y etéreo la mayor parte del tiempo. Durante las caminatas, ten la sensación de que nunca vas regresar, o de que el viento puede llevarte consigo. Contrae una enfermedad terminal. Muere, pero solo después de haberte dado cuenta de que la chica que no lee jamás hizo vibrar tu corazón con una pasión que tuviera significado; que nadie va a contar la historia de sus vidas, y que ella también morirá arrepentida porque nada provino nunca de su capacidad de amar.

Haz todas estas cosas, maldita sea, porque no hay nada peor que una chica que lee. Hazlo, te digo, porque una vida en el purgatorio es mejor que una en el infierno. Hazlo porque una chica que lee posee un vocabulario capaz de describir el descontento de una vida insatisfecha. Un vocabulario que analiza la belleza innata del mundo y la convierte en una alcanzable necesidad, en vez de algo maravilloso pero extraño a ti. Una chica que lee hace alarde de un vocabulario que puede identificar lo espacioso y desalmado de la retórica de quien no puede amarla, y la inarticulación causada por el desespero del que la ama en demasía. Un vocabulario, maldita sea, que hace de mi sofística vacía un truco barato.

Hazlo porque la chica que lee entiende de sintaxis. La literatura le ha enseñado que los momentos de ternura llegan en intervalos esporádicos pero predecibles y que la vida no es plana. Sabe y exige, como corresponde, que el flujo de la vida venga con una corriente de decepción. Una chica que ha leído sobre las reglas de la sintaxis conoce las pausas irregulares –la vacilación en la respiración– que acompañan a la mentira. Sabe cuál es la diferencia entre un episodio de rabia aislado y los hábitos a los que se aferra alguien cuyo amargo cinismo countinuará, sin razón y sin propósito, después de que ella haya empacado sus maletas y pronunciado un inseguro adiós. Tiene claro que en su vida no seré más que unos puntos suspensivos y no una etapa, y por eso sigue su camino, porque la sintaxis le permite reconocer el ritmo y la cadencia de una vida bien vivida.

Sal con una chica que no lee porque la que sí lo hace sabe de la importancia de la trama y puede rastrear los límites del prólogo y los agudos picos del clímax; los siente en la piel. Será paciente en caso de que haya pausas o intermedios, e intentará acelerar el desenlace. Pero sobre todo, la chica que lee conoce el inevitable significado de un final y se siente cómoda en ellos, pues se ha despedido ya de miles de héroes con apenas una pizca de tristeza.

No salgas con una chica que lee porque ellas han aprendido a contar historias. Tú con la Joyce, con la Nabokov, con la Woolf; tú en una biblioteca, o parado en la estación del metro, tal vez sentado en la mesa de la esquina de un café, o mirando por la ventana de tu cuarto. Tú, el que me ha hecho la vida tan difícil. La lectora se ha convertido en una espectadora más de su vida y la ha llenado de significado. Insiste en que la narrativa de su historia es magnífica, variada, completa; en que los personajes secundarios son coloridos y el estilo atrevido. Tú, la chica que lee, me hace querer ser todo lo que no soy. Pero soy débil y te fallaré porque tú has soñado, como corresponde, con alguien mejor que yo y no aceptarás la vida que te describí al comienzo de este escrito. No te resignarás a vivir sin pasión, sin perfección, a llevar una vida que no sea digna de ser narrada. Por eso, largo de aquí, chica que lee; coge el siguiente tren que te lleve al sur y llévate a tu Hemingway contigo. Te odio, de verdad te odio.

Charles Warnke

jueves, 7 de julio de 2011

Inquietud

Si no soporto a alguien que me agrede no es porque me haga daño, es que cuando lo hace mi mente empieza a imaginar mil maneras de perjudicarlo de vuelta y odio tener malos sentimientos, no soy dañina, que me obliguen a ponerme en esa actitud es lo que produce que no soporte al que me hace daño.

viernes, 29 de octubre de 2010

Voy a tratar de tener una vida llena...

jueves, 28 de octubre de 2010

Manifiesto de la Mujer Despeinada



Hoy he aprendido que hay que dejar que la vida te despeine, por eso he decidido disfrutar la vida con mayor intensidad... El mundo está loco.. Definitivamente loco...

Lo rico, engorda. Lo lindo sale caro. El sol que ilumina tu rostro arruga. Y lo realmente bueno de esta vida, despeina...

- Hacer el amor, despeina.
- Reírte a carcajadas, despeina.
- Viajar, volar, correr, meterte en el mar, despeina.
- Quitarte la ropa, despeina.
- Besar a la persona que amas, despeina.
- Jugar, despeina.
- Cantar hasta que te quedes sin aire, despeina.
- Bailar hasta que dudes si fue buena idea ponerte tacones altos esa noche, te deja el pelo irreconocible...

Así que como siempre cada vez que nos veamos yo voy a estar con el cabello despeinado.

Sin embargo, no tengas duda de que estaré pasando por el momento más feliz de mi vida. Es ley de vida: siempre va a estar más despeinada la persona que elija ir en el primer carrito de la montaña rusa, que la que elija no subirse.

Puede ser que me sienta tentada a ser una mujer impecable, peinada y planchadita por dentro y por fuera. El aviso clasificado de este mundo exige buena presencia: Péinate, ponte, sácate, cómprate, corre, adelgaza, come sano, camina derechita, ponte seria...

Lo único que realmente importa es que al mirarme al espejo, vea a la persona que debo ser. Por eso mi recomendación a todos:

Entrégate, Come rico, Besa, Abraza, Haz el amor, Baila, Enamórate, Relájate, Viaja, Salta, Acuéstate tarde, Levántate temprano, Corre, Vuela, Canta, Ponte guapa, Ponte cómoda, Admira el paisaje, Disfruta...

...y sobre todo, deja que la vida te despeine!!!!

Lo peor que puede pasarte es que, sonriendo frente al espejo, te tengas que volver a peinar.

(Este manifiesto lo recibí por email y lo senti tan representativo de mi filosofía, que lo convertí en mi propio manifiesto)